Continua de la entrada anterior
Al igual que los efectos de la anestesia,el estado de calma del pequeño dictador también se fue desvaneciendo y el mal genio ganó terreno con el paso de las horas.Esta vez tenía motivos para estar muy enfadado -¿y quien no lo estaría en una situación así?- por eso Víctor no se cortó ni un pelo a la hora de lanzar todo tipo de improperios contra las pobres enfermeras cada vez que entraban a la habitación:"¡Otra vez aquí!,"¡Déjame en paz!","¡Quita esa estúpida máquina de mis narices!,"¡No me toques!","¡No me destapes!","¡Que te largues de aquí!"...y así un largo etcétera,mientras nosotros intentábamos apaciguarle.
Al día siguiente de la intervención, pasó visita el Dr. Ullot .Lo vio muy bien y nos dijo que por él,el sábado ya podíamos regresar a casa.Ahora el alta dependía de la anestesista que era la responsable de controlar el tema del dolor.Lo mandarían a casa cuando pudiera estar sólo con medicación oral ,sin necesidad de analgésicos intravenosos.Esa misma tarde le redujeron la infusión de morfina a la mitad,a 0,5 ml/h y el sábado por la noche sólo le dejaron los bolos,es decir si sentía dolor que apretara el botón para administrar una dosis.Esa noche sólo necesitó dos dosis,una cantidad mínima así que el domingo por la mañana ya le quitaron todo el "cableado" y empezó con ibuprofeno vía oral.
Durante los días de hospital,Víctor apenas probó bocado.Con tanto fármaco y tanto suero perdió completamente el apetito,fue difícil hacer que probara algo,incluso se negaba a comer cosas que le gustaban.A duras penas conseguíamos que se comiera un yogurt,un petit suisse o unos grisines.Estoy segura que aunque le hubiéramos ofrecido una pizza hubiese dicho que no.
Oscar me explicó que la última noche,cuando la enfermera vino a llevarse la bandeja de la cena,al ver que no había comido nada,le preguntó:
-¿Por qué no has comido,Víctor?¿no te gusta la cena?-
Víctor le contestó gritando
-¡No me gusta y no voy a comer nada!,¡Tráeme ahora mismo la carta!
-Aquí no tenemos carta-le contestó la enfermera riendo.
-Vale,entonces tráeme unos macarrones.
Así es él...
Después de la salida del hospital volvió a recuperar las ganas,aunque esto costó varios días.
No se cuantos kilos habrá perdido en éstas semanas,pero para un niño que pesa unos veinte,sólo con que hayan sido dos o tres es un porcentaje muy alto.Ya veremos que nos encontramos cuando le quiten las escayolas...
El domingo después de horas de espera nos dieron el alta médica y sobre las tres de la tarde salimos del hospital.Al final menos días de los que pensábamos,¡menos mal!,porque todos necesitábamos descanso y tranquilidad,en especial Víctor que estaba impaciente y deseoso de volver a casa.
A partir de aquí todo ha ido muy bien.La adaptación de Víctor ha sido increíble,la manera en que se ha acostumbrado a las escayolas y la tolerancia al dolor nos ha dejado sorprendidos.Apenas se ha quejado e incluso está de buen humor...bueno no siempre,a veces ejerce un despotismo y una tiranía que ¡tela marinera!pero ahora lo perdonamos casi todo....
En el próximo post hablaré sobre la recuperación.